lunes, 28 de noviembre de 2016

Sobre mí y sobre el blog

Me llamo Juan Alonso. Nací en Bilbao en 1961. Rebaso con holgura la cincuentena y desde los veintiséis me dedico profesionalmente a enseñar a estudiar. Al menos a intentarlo. Sentándome cada día con mis alumnos para ayudarles a trabajar, ilusionándome con ellos, en ocasiones fracasando también con ellos, acompañándoles en esa pelea diaria por alcanzar sus objetivos.
   
Si algún éxito he tenido con ellos en estos años más que en lo académico creo que ha sido en lo personal. He entendido siempre mi tarea educativa en inducirles a que quieran hacer lo que deben hacer. A que lleven adelante ese proyecto formativo que un día sus padres eligieron para ellos y que con los años habrán ido haciendo propio o cambiando o adaptando a sus propios intereses académicos y personales. En eso profesores y padres tenemos la misma tarea: ayudarles a que quieran hacer las cosas por ellos mismos. Esa es la clave: que quieran hacerlas. El que las hagan y las hagan bien es algo que les corresponde a ellos.
     
No pocas veces los padres, pero también los profesores, intentamos poner raíles en ese camino confiando en que así van a pasar por todas las estaciones sin desviarse. Es difícil no dejarse arrastrar por el vértigo de ver cómo a una hija o a un hijo se le van pasando los trimestres o los años y no es capaz de ir alcanzando las metas intermedias que consideramos imprescindibles para que no se quede en el camino.
     
No es fácil sustraerse a esa angustia. Yo también soy padre y lo he vivido. Un profesor tiene una distancia emocional hacia sus alumnos que los padres no tenemos hacia nuestros hijos. Quizá es que no debemos tenerla. Va en el sueldo. Por eso es importante que los padres como colaboradores necesarios —imprescindibles— en ese proceso formativo tengamos la formación adecuada y dispongamos de las herramientas necesarias para llevarla a cabo con eficacia. Escuela y familia no pueden ser dos mundos sin conexión donde maestros y padres tengan cometidos esencialmente distintos. Los padres somos los primeros educadores y debemos implicarnos y participar también de ese proceso formativo que tiene lugar en la escuela. 

Mi querido profesor Lílemus, gran pedagogo y profesor magistral —con quien comparto amistad y muchas otras cosas desde la infancia—, escribía en un artículo hace unos años que en los centros educativos «se hornea un pan que ha sido previamente amasado en las familias»[1]. La imagen además de ser bellísima encierra una verdad esencial: la gran responsabilidad que tenemos los docentes en el hecho de atinar con el punto de cocción exacto, diferente en cada alumno, pero a la vez, que nuestro trabajo sólo podemos realizarlo sobre esa labor educativa previa que ha debido ocurrir fuera de la escuela, principalmente en el seno familiar.
     
De esa necesidad formativa de los padres nace este blog. El actual sistema educativo hace recaer en el ámbito doméstico una parte esencial de la labor académica: los «deberes». Una, dos, tres horas diarias delante de los libros durante la tarde. Es queja generalizada de los padres que estas tareas se mandan cada vez en mayor cantidad y desde edades más tempranas. Y habitualmente acaba recayendo sobre ellos —en concreto sobre las madres— el papel de profesores particulares, generando con frecuencia una situación que trastoca la rutina doméstica normal e introduce un elemento de estrés y de desorganización que acaba afectando a toda la familia. Con el componente económico que los padres se ven obligados a tener que asumir como alternativa a convertirse en padres-profesores. Lo sé por experiencia propia: siempre he trabajado en el ámbito de la formación extraescolar y sé que el coste que supone es inasumible para muchas familias.
    
Este blog pretende dar pautas y enseñar herramientas concretas a esas madres —¡siempre las madres!— y a esos padres que se ven en la necesidad de sentarse con sus hijos o con sus hijas para ayudarles en sus tareas. En las horas de la tarde, habitualmente después de una jornada exigente en lo laboral, en lo familiar, en lo doméstico, cuando la energía y la paciencia no están precisamente en su mejor nivel. Con la duda permanente de si no les estaremos ayudando demasiado privándoles de la oportunidad de aprender a trabajar solos.
     
Ese es un temor que manifiestan habitualmente todos los padres. Suelo decirles que lo que realmente sería tremendo es no haberles ayudado cuando les ha hecho falta. Por eso no solo no es malo sino que es muy natural que un hijo recurra a sus padres cuando no sabe hacer algo e igual de natural es que éstos estén disponibles para ayudarle. La clave es saber hacerlo bien. Es bueno que los hijos, al menos hasta determinada edad, sientan la presencia de sus padres en casa sobre todo cuando estudian. Pero su papel debe consistir en ser el marco de ese estudio y el orientador que les guíe en ese camino —ayudarles sin hacerles las cosas—. Y ese papel normalmente los padres lo hacemos mal. Por eso este blog pretende poner a vuestra disposición herramientas que podáis enseñar a utilizar de forma sencilla a vuestros hijos en su estudio diario para que sean ellos los que recorran ese camino con eficacia.
     
Animad a vuestros hijos a que buceen también en el blog e intenten aplicar por sí mismos estas herramientas a su trabajo diario. Es importante que cuando vayan alcanzando el grado de madurez suficiente busquen ellos mismos sus apoyos y los intenten aplicar. Todas las entradas del blog se exponen de una forma visual y didáctica, apoyadas con esquemas y gráficos procurando siempre elaborar un esquema escrito, claro y completo, de lo que se ha explicado, abarcando las principales asignaturas en los niveles de primaria y secundaria. 

La idea no es crear una base con cientos de ejercicios resueltos existen páginas muy buenas al respecto sino más bien elaborar síntesis completas que den una visión de conjunto de cada tema de esa asignatura, una especie de profesor de papel que pueda utilizarse como herramienta para enfrentarse con éxito a los ejercicios de esa lección o a un examen. 

Pretendo también desde aquí dedicar especial atención a la adquisición de una metodología de estudio adecuada, adaptada a cada nivel educativo, con el objetivo de aprender a estudiar con autonomía y eficacia (trabajar solo y trabajar bien).
     
El blog quiere además ser una fuente de material útil para profesores. En ocasiones no es fácil ver desde el aula la trastienda del discurrir académico de los alumnos. Darse cuenta de las circunstancias y dificultades concretas con que se va encontrando cada uno. Cuánto tiempo les supone estudiarse un tema de historia que con tanto cuidado hemos preparado para ellos, cómo deberíamos distribuir los contenidos curriculares y a qué ritmo habría que ir incrementando su dificultad en clase, qué estrategias se pueden aplicar en el aula que favorezcan posteriormente esa labor de estudio diario en casa… No perdamos de vista que el objetivo de cualquier docente debe ser que sus alumnos consigan llevar la materia al día. Únicamente el alumno que haya estudiado lo de ayer estará en disposición de entender lo de hoy y de asimilarlo para la clase siguiente. Y eso puede inducirse desde el aula utilizando los recursos adecuados. 

En resumen, la intención es que padres, estudiantes y profesores encontréis aquí una fuente de recursos para vuestro trabajo diario. Me alegraré de que alguno de ellos os pueda resultar útil alguna vez. Pero no encontraréis varitas mágicas: la idea es hacer eficaz el trabajo, no eliminarlo. Aprender a hacer las cosas bien a base de hacerlas mal, por qué no. Por eso es tan importante trabajar con lápiz  —con lápiz y goma—. Y eso cuesta. Nos gusta lo definitivo, lo seguro, necesitamos pensar que lo que hemos hecho está bien y no necesita revisarse. 

Yo siempre trabajo con mis alumnos mediante esquemas, en cualquier asignatura. No hay excepciones. Es la herramienta fundamental. Decía Joseba Rodríguez —que ha sido y sigue siendo mi gran referencia en enseñar a estudiar— que un esquema debe ser «la mínima estructura capaz de soportar toda la información». El concepto es genial: cuanto más sabes de un tema más sencillo debe ser el esquema. Así, el estudio se convierte en una labor de simplificación: todo aquello que vamos teniendo perfectamente claro en nuestra cabeza no necesita aparecer en él. El esquema se convierte en algo vivo que va creciendo con nueva información pero que deberemos ir simplificando según la vamos comprendiendo mejor. Refleja siempre nuestro momento actual de conocimiento. Y consecuentemente habrá que irlo elaborando con lápiz y goma.
    
Ocurre igual que con la vida. Tenemos una gran facilidad para instalarnos en nuestras propias ideas y esculpirlas sobre piedra. Con martillo y cincel. Recuerdo una entrevista hace tiempo en un programa de televisión en que el entrevistado afirmó rotundo «no me arrepiento de nada de lo que hecho en mi vida». Me quedé bastante sorprendido. Yo —pensaba mientras le escuchaba— todos los días tengo que acabar diciéndole a alguien «lo siento…». Y en ocasiones varias veces. Tal vez quiso decir que asumía sin escusas su trayectoria vital, lo bueno y lo malo, lo cual dicho sea de paso está muy bien. Pero me pareció que traslucía una falta total de autocrítica. 

Ric Elías, una pasajero que sobrevivió a un accidente de avión en el río Hudson en 2009, sobre el que ahora se estrena la película, contaba —el vídeo está en youtube— cómo aquel suceso le había hecho replantearse todas sus prioridades desde cero y cómo con ello, además, había recuperado la armonía familiar perdida. Dos años sin una discusión. Y explicaba el secreto: «Ya no trato de tener razón: elijo ser feliz».[2] Esto es lo esencial. Tener razón no suele valer para solucionar las cosas. Querer tenerla suele ser muchas veces la raíz del problema. ¿Y entonces…? Se trata de mirar hacia delante y avanzar hacia nuestros objetivos sin guardar facturas pendientes. Suele decirse que el secreto de la felicidad consiste en tener buena salud y mala memoria. Mala memoria y buen humor diría yo. Sobre todo con los hijos. Falta reconocida, falta perdonada. Esto va a exigirnos un aprendizaje también a nosotros, como padres y como madres, no solo a ellos. Por eso es importante que vayamos escribiendo nuestra vida también con lápiz. Con pocas certezas —son necesarias— y muchas provisionalidades. Aprender de los demás y llevar en el bolsillo una goma bien grande para ir borrando todo aquello que no nos guste.
     
De todo esto va este blog. Si tienes un rato tranquilo, ya sabes, espero encontrarte por aquí.
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[1] Alonso, A. (2003). No es un mástil cualquiera. En VV.AA. Gaztelueta 50 aniversario (p. 87). Pamplona: ÁREA de Comunicación S.L.

[2] Elias, R. (2011, diciembre 16). Tres cosas que aprendí mientras mi avión se estrellaba [Archivo de video]. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=q7mBuoYYF-M